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Las incógnitas de un regreso

El recuerdo de su primer mandato ha mantenido movilizado al grueso de sus votantes, pero no ha activado a una parte importante de sus adversarios y de quienes hace cuatro años dieron a Biden el triunfo en los estados decisivos

Donald Trump vuelve a la Casa Blanca con una holgada victoria sobre Kamala Harris

Así puede cambiar la economía estadounidense (y mundial) tras el regreso de Trump a la Casa Blanca

Donald Trump / Europa Press/Contacto/Robin Rayne

Donald Trump regresará a la Casa Blanca con un margen de votos sobre Kamala Harris que ninguna encuesta vaticinó. La diferencia de unos cinco millones de votos que el candidato republicano saca a la aspirante demócrata refleja el éxito incontestable de quien, por primera vez, logra ganar en el voto popular, disfrutará de una mayoría acrecentada en la Cámara de Representantes y se asegura también el control del Senado. Una corriente de fondo, más allá de todo cálculo, ha erosionado los caladeros tradicionales de voto demócrata. Se abre ahora una gran incógnita sobre la repercusión que la victoria de Trump tendrá en el plano interno y a escala internacional, por más que el vencedor haya moderado, a veces, su léxico durante la campaña. Poco ha pesado en su triunfo el hecho de que será el primer presidente convicto en ocupar la Casa Blanca; mucho ha tenido que ver, en cambio, la inflación desbocada hasta 2023, ahora contenida, el subsiguiente desgaste de las clases medias, la decadencia industrial en el cinturón del óxido y la agresividad sin tregua para combatir los flujos migratorios.

Trump llegará al Despacho Oval con las manos libres para poner en práctica sin cortapisas su receta proteccionista, la imposición de un gravamen a las importaciones de hasta el 20%, una medida que dañará a las exportaciones europeas, y de hasta el 60% en el comercio con China; la cancelación de las medidas destinadas a contener la emergencia climática; la revisión de la política de seguridad con los aliados europeos y el compromiso de EEUU con la OTAN. Un catálogo de proyectos que, de una u otra forma, alumbrará cierto aislacionismo, se supone que la gestión expeditiva de la crisis de Ucrania y el alejamiento de un multilateralismo necesario en el creciente desorden internacional.

En el seno de una sociedad tan heterogénea como dividida ha tenido un gran impacto la guerra cultural que alienta en el discurso de Trump; se ha demostrado que hay una América, hoy mayoritaria, que no comparte las inquietudes de las clases urbanas progresistas y sí la nostalgia por un pasado idealizado, o que simplemente rechaza valores como la igualdad de género o los derechos reproductivos. El recuerdo de su primer mandato ha mantenido movilizado y fiel al grueso de sus votantes, pero no ha activado a una parte importante de sus adversarios y de quienes hace cuatro años dieron a Biden el triunfo en los estados decisivos.

Al margen de las corrientes de fondo, tampoco la estrategia ha jugado a favor de los demócratas, que perdieron la gran ocasión de perfilar con tiempo la figura de un aspirante sólido hace dos años, cuando los candidatos de Trump salieron malparados de las legislativas de mitad de mandato. El partido Republicano logró, por el contrario, activar a sus seguidores de inmediato al anunciar Trump que sería el candidato en 2024. Al vencedor del martes le sobró tiempo para consolidar su figura a pesar de sus problemas legales; a los demócratas les faltó mucho cuando, en el último momento, lograron que Biden aceptara que era un político en el ocaso.

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