Opinión |
Iglesia católica

Albert Soler

Periodista

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No apartes de mi este cáliz

Un sacerdote como Dios manda debe beberse el vino aunque le cueste no solo esfuerzo, también una multa, unos cuantos puntos del carné y una noche de calabozo, que el demonio adopta a veces la forma de control de alcoholemia

Detenido el rector de Camprodon por circular ebrio y huir tras embestir un coche

Stone bridge on Camprodon town called Small Gerona, Spain

Ya Noé se pillaba unas cogorzas de cuidado, y aunque no tenía carné de conducir, bien que pilotó una nave, lo cual no es menor responsabilidad, y más si de ella depende el futuro de todos los seres vivos. El propio Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná, en uno de sus milagros más celebrados, sobre todo por los invitados, que le vitorearon más que al novio. Con tales precedentes bíblicos, hemos de ser indulgentes con el cura de Camprodón, detenido por conducir borracho y causar un accidente. Si un patriarca y el mismo Cristo tuvieron relación tan amistosa con el vino, no puede ser malo. Además, la hora del siniestro, las siete de la tarde, indica que el párroco no venía de una juerga, Dios le libre de caer en la tentación, sino que se le iría la mano con el vino de misa, que es muy traidor.

La culpa es de la falta de fieles. Uno prepara la eucaristía llenando el cáliz hasta los bordes para no quedarse corto, y después no vienen a misa más que cuatro ancianas, dos de las cuales se duermen a la hora de la comunión y las otras dos prefieren la oblea sin mojar en el vino, por la tensión. ¿Qué va a hacer el vicario de Dios al finalizar la ceremonia, sino apurar el cáliz hasta la última gota? Despreciar el vino consagrado es pecado, y si no lo es, debería serlo. No va a tirarlo por el fregadero, eso sería incurrir en sacrilegio. Ni guardarlo en la nevera, junto a una lechuga y un muslo de pollo, eso casi sería satanismo. Un sacerdote como Dios manda debe beberse el vino aunque le cueste no solo esfuerzo, también una multa, unos cuantos puntos del carné y una noche de calabozo, que el demonio adopta a veces la forma de control de alcoholemia. Todo sacrificio es poco si se trata de honrar al vino de la eucaristía, que además ya no es tal sino sangre de Cristo, casi nada.

Antes íbamos sobrados de fieles, así no sobraba vino. Y si sobraba, era tradición que lo pimplaran los monaguillos, pero es que ahora ni monaguillos hay, a ver qué chaval de diez años va a querer vestirse de pintura del Greco y ayudar en misa, en lugar de jugar con la play. En aquel entonces el sacerdote no debía sacrificarse bebiendo, soltaba lo de 'Ite misa est', enjuagaba el cáliz con un trapito y hala, hasta la próxima.

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Hermanos, perdonar es de buenos cristianos. Pensad que podía haber sido peor. Por lo menos al párroco de Camprodon no lo pillaron, además de borracho, desnudo, como a Noé.

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