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Albert Soler

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Pujol, entre la cárcel y el 'Palau'

A un nonagenario no se le puede recibir en el mismo sitio, un día gritándole que debe ir a prisión, y al otro con honores, que a esa edad se hacen un lío y no saben a qué atenerse

El president Salvador Illa reunido este martes con el expresident Jordi Pujol en la Generalitat / Govern / Arnau Carbonell

Uno pensaba que el 'mandat popular' era sagrado en Catalunya, así lo hicieron creer quienes bajo este argumento decidieron embarcarnos en el 'procés'. Me refiero al mandato popular a la catalana, que significa que un gobernante debe hacer caso de lo que la gente grita en la calle, sea legal o no, sea posible o no, sea racional o no. Por eso, no entiendo que, poco después de que Jordi Pujol fuera recibido en la plaza de Sant Jaume con gritos de “Pujol a prisión”, no solo el adinerado noventón no haya pisado la trena, sino que esta misma semana haya sido recibido por Presidentilla en la Generalitat. ¿Dónde ha ido a parar el 'mandat popular'? Quiero atribuirlo a un comprensible olvido de Presidentilla, que es nuevo en el cargo y desconoce todavía cómo funciona la legalidad en Catalunya.

Eso no se le hace a Pujol. A un nonagenario no se le puede recibir en el mismo sitio, un día gritándole que debe ir a prisión, y al otro con honores, que a esa edad se hacen un lío y no saben a qué atenerse. A mi abuela la ingresaron en el hospital y cuando regresó a casa no sabía si había muerto o seguía viva, se cruzó con el vecino del cuarto segunda, barbudo él, y lo tomó por San Pedro recibiéndola. Presidentilla va afeitado, con lo que Pujol no habrá sufrido la misma confusión, pero con sus gafas y su flequillo igual lo ha tomado por el alcaide de Alcatraz. “Ja hi som, he acabat com l’Al Capone”, habrá pensado para si el exhonorable. Con la gente mayor hay que ser cuidadoso, si se le manda a la cárcel, pues a la cárcel va, y si se le tributan honores, se le tributan, pero una cosa u otra, que la mezcla de emociones es más perniciosa para la cabeza de los ancianos que la de medicamentos.

Manteniendo libre a Pujol, estamos adulterando el 'mandat popular', que es lo que diferencia a Catalunya del resto de democracias mundiales, nuestro 'fet diferencial', como si dijéramos. Nuestra democracia es así de rara, será por eso que dicen que es la más antigua, también en la Edad Media cuando el pueblo pedía quemar a alguien en la hoguera, ya podía considerarse chamuscado, aunque fuera solo por diversión, que entonces no había fútbol. Los catalanes nos hemos quedado ahí, y si unos cuantos piden la luna hay que dársela o por lo menos prometérselo y organizar un referéndum para decidir qué día se la traemos.

'Mandat popular' aparte, lo que acaba de situar a Catalunya en la Edad Media es la curiosa costumbre de tratar de vos a presidentes y expresidentes, como si uno fuera Diego Alatriste dirigiéndose al posadero para pagarle la cuenta en doblones. Tratar de vos al presidente de la Generalitat es muy catalán, ya que es una actitud más que de respeto, de sumisión, aquí su siervo, president, tomad a mi esposa y hasta a mi hija si así os place, tomadme incluso a mí, si esa es vuestra orientación sexual. La compleja antropología del catalán de pura cepa le conduce a ser así de servil con el poder. El tratamiento de vos ilustra su necesidad de tener quien le mande, más que quien le gobierne, y explica por qué es engañado con tanta facilidad (véase el 'procés').

Si uno no está al corriente de esa peculiar tradición -no sé de ningún otro lugar donde se observe-, corre el peligro de no enterarse de la conversación entre Presidentilla y Pujol.

-Sentaos aquí, por favor.

Y uno, venga buscar alrededor de Pujol el séquito que le acompaña, mira que si son muchos no habrá sillas para todos.

-Gracias, pero creo que deberíais mandarme a la cárcel, tened en cuenta que el 'mandat popular' es sagrado.

Y uno, venga buscar detrás de Presidentilla los guardias que Pujol piensa que van a conducirle a Quatre Camins.

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Casavella describió a Pujol en 'El día del Watusi' como alguien cuya cabeza parece un balón de fútbol deshinchado y que anda como un autómata. Claro que eso era cuando era más joven, ahora parece más bien un chino mandarín que anda como puede, y esos embrollos no le hacen ningún bien. Llevarle a la Generalitat es recordarle que un día fue el monarca absoluto de Catalunya y parte de Andorra. La parte bancaria, digo.

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