Opinión |
Energías renovables

Sergi Sol

Periodista

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El triste récord de Girona

Que sea la provincia más independentista casa poco o nada con que sea la menos soberana en un terreno, el energético, que es capital en el mundo moderno

Parque eólico / 123RF/zeferli

El Girona va a debutar en la Champions. Todo un hito, un récord para un club que lo ha logrado con el presupuesto más modesto. Muchos barcelonistas nos alegramos. Aunque para ser honestos también nos alegramos del 1 a 4 que le endosó el equipo de Hansi Flick tras el varapalo de la pasada temporada. Y eso no quita que uno se quite el sombrero ante Miguel Ángel Sánchez Muñoz ‘Míchel’, no solo por lo que ha logrado si no por cómo se comporta el madrileño públicamente. Por su apego a la ciudad, al país, que también se demuestra en su tozuda voluntad de hablar y expresarse en catalán.

Girona enamora a propios y extraños. Tiene una luz propia que ilumina esa costa Brava con playas de ensueño, unos Pirineos que rozan los tres mil con parajes como Ull de Ter o Núria y esa tramontana que barre el Empordà de Josep Pla que encandilaba a Pasqual Maragall.

Tiene su aeropuerto, el segundo de Catalunya. Es, por situación geográfica, nuestra autopista a Europa. Cuenta con el que fue mejor restaurante del planeta: el Celler de Can Roca. Y albergó, en una cala de Roses, el Bulli de Ferran Adrià, el alquimista que revolucionó la cocina mundial enfureciendo a los franceses. 

Justo frente a Roses, en mar abierto, a decenas de kms, se proyecta el Parque Eólico del Empordà, lo que sin duda –de materializarse- sería una buena noticia y una contribución –el granito de arena gerundense- al combate contra el cambio climático en plena emergencia. Mi admirada Girona sería aún más digna de reconocimiento.

Por eso sorprende tanto esa mezquina oposición a sacar provecho de la poderosa tramontana. Más por cuanto resulta que es el único territorio catalán que no alberga ni un molino de viento. Mientras Tarragona tiene hasta tres nucleares y convive con centenares de efigies eólicas al lado de sus pueblos, duele ver cómo hay quien insiste en mantener Girona como el único territorio de la península que no contribuye a sustituir los combustibles fósiles. No hay excusas que valgan para tanta alianza ecopija que sabotea la implantación de las renovables.

Que Girona sea la provincia más independentista casa poco o nada con que sea la menos soberana en un terreno, el energético, que es capital en el mundo moderno. Pero más allá de esa manifiesta contradicción –se predica con el ejemplo- es desconcertante esa impertérrita oposición a la implantación de las renovables. En verano nos enterábamos de que en Das, en la Cerdanya, rechazaban frontalmente un diminuto parque fotovoltaico de 2 MW de potencia de los 1.600 MW en proyección en Catalunya. Ocupaba solo dos hectáreas pero les pareció "una animalada" al Consell Comarcal. Hay que tener la cara de cemento armado. 

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Los datos son demoledores. Girona produce el 1,5% de la electricidad de Catalunya mientras Tarragona, más del 70% del total, el 100% de la energía nuclear y más del 60% de la eólica ante el rosco de Girona. Por lo que atañe a la fotovoltaica –Das no es una excepción-, Girona también está en el furgón de cola. 

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