Opinión | Cumbre del clima

Andreu Escrivà

Ambientólogo y doctor en Biodiversidad. Autor del libro 'Encara no és tard: claus per entendre i aturar el canvi climàtic'. 

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Digerir el duelo, cambiar el rumbo

No podemos sostener un sistema inherentemente insostenible, ni prolongar con respiración artificial lo condenado

Un trabajador camina delante de las instalaciones que acogerán la próxima cumbre del clima de Bakú (COP29) / REUTERS/Aziz Karimov

Año tras año, como una de esas migraciones animales que el calentamiento global todavía no ha modificado, llegan las cumbres del clima. De la ilusión inicial, hace años, hemos pasado a esperar la nada, a certificar la incapacidad de estos encuentros para hacer frente a la amenaza planetaria. Pero... ¿Es exactamente así? ¿O nuestra mirada enturbia la realidad y acabamos por experimentar una profecía autocumplida?

Miren si ha pasado tiempo desde Kioto -la cumbre que todo el mundo recuerda, junto a la de París- que se ha convertido ya en una obra de teatro. Estrenada en Londres este 2024, casi treinta años después del protocolo acordado en Japón, la obra de Joe Murphy y Joe Robertson utiliza una reunión sobre políticas climáticas para construir un 'thriller' político. ¿Y es que no es esto, la política climática actual? ¿No es quizás un engaño constante, una lucha de intereses oscuros, el esfuerzo imposible de todos los que -dentro y fuera de las COP- bregan para cambiar las cosas y romper los pronósticos más negros?

Hace unos días compartí mesa redonda con una persona a la que respeto y admiro, una científica que habitúa a asistir a las cumbres al más alto nivel. No era optimista, pero sí me insistió en la importancia de estos foros. Me subrayó todo lo que se conseguía en salas y reuniones secundarias, pero que nunca salía a la luz, oculto año tras año detrás del muro mediático de las polémicas que se generan en torno al texto final de las COP . En un momento en el que el orden internacional está más débil que nunca, acosado por los movimientos reaccionarios en todo el mundo, y cuando es incluso incapaz de detener un genocidio en marcha en Gaza, hay que tratar de sostener cualquier pilar o andamio que nos permita seguir avanzando desde la multilateralidad. Criticar sin aportar más que desánimo no es la mejor forma de espolear a la acción, especialmente cuando las propuestas y alternativas brillan por su ausencia.

Lo que necesitamos es asumir cuál es el momento actual. "Estamos al borde de un desastre climático irreversible. Esta es una emergencia global sin lugar a dudas. Gran parte del tejido de la vida en la Tierra está en peligro. Estamos entrando en una nueva fase crítica e imprevisible de la crisis climática". Así comienza el informe sobre el Estado del Clima de 2024, cuya autoría corresponde a algunos de los mejores y más respetados científicos del mundo. Y aquí estamos, leyendo entre el café y la tostada frases que nos dicen que el mundo, tal y como lo conocemos, acaba.

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La clave es digerir el duelo y, acto seguido, empezar la construcción de algo nuevo y distinto. Estamos empeñados en jugar una partida que nunca podremos ganar: cambiar lo necesario para que, en el fondo, no cambie nada. No va a funcionar. No podemos sostener un sistema inherentemente insostenible, ni prolongar con respiración artificial lo condenado. Es normal tener miedo, y angustia, y rabia. Pero es hora de cambiar de rumbo y destino, no solo de sacar agua a cubos de un barco que se hunde irremediablemente. Y el timón lo tienen las COP: ¡utilicémoslo!

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