Opinión | Análisis
Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica
España necesita ahora cinco días para una digestión pesada
Sánchez se queda con augurios de temporal de barro, ultramovilización de los suyos, hartazgo de la oposición, dudas en los socios y agujetas anímicas en el PSOE
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante la declaración institucional en el Palacio de la Moncloa, desde un bar del centro de Madrid. / José Luis Roca
Se queda. Sí, sí, se queda. Que no se va. Que ha aprovechado los cinco días de parón que se autoconcedió por su bien, el de su familia y el del país y ha tomado una decisión: que permanece en el cargo que nadie amenazaba de forma realista con arrebatarle antes de su frenazo y que va a ayudar a limpiar España. A que la política española pase la prueba del algodón. Pedro Sánchez seguirá siendo nuestro presidente. Y sugiere que, “con más fuerza si cabe”, va a desplegar políticas –sin enunciar de momento ni una sola- para que la guía de los parlamentarios y dirigentes de este Estado sean el respeto, la dignidad, los principios, el rechazo a los bulos deliberados, la defensa de las víctimas sin que tengan que demostrar su inocencia, el desdén ante la sinrazón y el “no” a que mujeres como la suya deban encerrarse en casa porque su marido ejerza un puesto de responsabilidad.
Bien. Hasta aquí y sin matices el discurso es aparentemente intachable. Pero es más que predecible que lo que ha hecho va a aumentar la ira de una oposición que se dice harta de sus estratagemas (atentos a las pantallas) y, además, puede levantar más suspicacias entre algunos socios de gobierno que ya han exhibido incomodidad por sentirse utilizados. Especialmente en Cataluña. Eso, con una campaña electoral precisamente catalana en marcha y otra de europeas a las puertas, no invita a pensar en que el ambiente se vaya a sosegar ahora. Más bien lo contrario: viene temporal de barro con los unos cabreadísimos por lo sucedido con y tras el frenazo de Sánchez y con los otros movilizadísimos en torno a la figura de un líder que no para de superarse. Que no termina nunca de innovar, sorprender y demostrar el arte del conocimiento, el uso (¿y el abuso?) de las emociones ajenas. España va a necesitar unas botas para transitar por el fango que viene.
Y ya puestos, la España que no quiera esconderse detrás de ninguna trinchera y que aspire a saber y a entender sin prejuzgar pero con espíritu crítico, es probable que también necesite (al menos) cinco jornadas para digerir lo que ha ocurrido. Sánchez, después de tener al país en vilo cinco días, con sus cinco noches, nos insiste en que se queda y que tras su último giro de guión (que ha dado la vuelta al mundo) no hay ningún cálculo político. Que el día en que un juzgado de Madrid abrió diligencias contra Begoña Gómez, su esposa, por una más que cuestionable denuncia de Manos Limpias alegando un supuesto caso de tráfico de influencias, se vio obligado a decir “basta” y reflexionar, en familia y sin asesores ni partido, qué hacer.
“Profundamente enamorado”
No obstante necesitamos tiempo para reflexionar sobre algunas cosas de su discurso de este lunes decisivo y su comparación con su carta a la ciudadanía. En esa misiva nos decía: “Llegados a este punto, la pregunta legítima que me hago es: ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque sin precedentes es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos, hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella se esparce día sí y día también”.
En su alocución en Moncloa de este lunes, sin posibilidad de que la prensa preguntara por cierto, ha enfatizado que él y su mujer saben que “la campaña de descrédito” contra ellos no va a parar porque lleva diez años en marcha, pero ahora nos dice que pueden con ella…y que lo que quiere es volver a tener unas reglas del juego dignas de un país como éste y evitar su degradación. Para esto último, si la cosa va más allá de coger la bandera de la regeneración sin tacticismos, sin querer pescar en caladeros que representaban otros partidos que han desaparecido recientemente… quizás sería oportuno que el jefe del Ejecutivo pudiera reunirse con normalidad con el líder de la oposición y hablar de estas cuestiones y de todas aquellas que afectan al corazón del Estado. Que se llamaran. Que intercambiaran criterios. Que repasaran juntos las reglas y también el terreno de juego… eso no sucede y no es ni normal ni sano para una democracia. Y aprovecho para reclamarlo al que escribe cartas a la ciudadanía y al que más ha criticado ese escrito.
En cuanto a la “campaña”, en el propio entorno del presidente se da por hecho que en los próximos días saldrán publicadas más informaciones que atañen a la esposa de ese presidente que va a seguir siendo presidente. ¿Entonces? Pues habrá una parte de ciudadanía muy tocada y movilizada en estas horas, simpatizante además de Pedro Sánchez o de la izquierda que representa que ya no las recibirá igual. Y vaya por delante que las informaciones, para recibir ese nombre con dignidad, no han de ser bulos ni conjeturas, sino hechos contrastados. Eso no es aplicable al contenido de todo el que se autodenomina medio de comunicación. Lo hace quien respeta un oficio, el periodismo, nacido para fiscalizar también a los políticos y sus entornos, no para agradarlos. Ni para atacarlos sí o sí desde alguna barricada ideológica.
La sucesión del líder
Ahora que no ha pasado nada y ha pasado todo en este país, el PSOE puede tomar aire. Y mirarse en el espejo. Obligados por las circunstancias, por el silencio en que se refugió un jefe que no les consultaba y les provocó un vértigo difícil de igualar –pero no seré yo quien diga que Sánchez no es capaz de superarse de nuevo-, su equipo ha tenido que improvisar una movilización de bases y hasta un comité federal sin secretario general o responsable de gestora. El primero de su historia. Han tenido que liderar sin líder y por el líder.
Y se han visto obligados a pensar con silenciador aplicado, para que ni esos pensamientos fueran oídos y filtrados en estas horas cruciales, sobre la posible sucesión de Sánchez. El tema tabú hasta el momento. Queriendo o sin quererlo, se han escrito los primeros renglones forzados del postsanchismo. El presidente podrá usarlos en su próximo libro autobiográfico… material tiene y si no lo tiene, lo seguirá fabricando. Este dirigente promete dar para una o varias enciclopedias si continúa así. Haciendo de cada pirueta mortal, historia. Y espectáculo.
Ya saben. Se queda. Pedro Sánchez, se queda. Se ha preguntado en estas horas de encierro en La Moncloa qué tiene que pasar para que merezca la pena seguir en su puesto, esto es, el de conductor del presente e inductor del futuro de España, y se ha respondido que hay que hacer limpieza. Limpieza profunda. Y que se ha animado a coger el estropajo institucional “gracias a la movilización social”. Pues llegan días de esfuerzo porque de estos polvos, lloverán lodos.
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