Opinión | EL PULSO DE ESPAÑA

Gemma Robles

Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica

Ábalos o imputar a Sancho Panza

Anticorrupción pide la imputación de quien fuera el principal escudero de Sánchez en un PSOE ahora dominado por el vértigo

Pedro Sánchez y Jose Luis Ábalos, en una imagen de 2020. / Europa Press

El caso Koldo es ya el caso Ábalos. Al menos eso se desprende de la decisión de la Fiscalía Anticorrupción, ¡la Fiscalía Anticorrupción! de solicitar al Supremo la imputación del ahora diputado del Grupo Mixto por su posible implicación en el cobro de mordidas en la venta a instituciones públicas de material sanitario durante la pandemia.

Punto de inflexión. Del caso Koldo al caso Ábalos tras la difusión del último informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. El cambio de nombre en el caso es tan significativo como peligroso para el Gobierno de coalición. Su presidente se defiende como puede enfatizando que ha apartado a los sospechosos del entorno de su partido y ha pedido públicas disculpas. El PP dice que eso no basta y que le tiene preparado un calvario judicial que terminará en un entierro político y forzando elecciones (por el momento no se contempla la opción de moción de censura porque hoy, al menos hoy, Núñez Feijóo no podría ganarla).

Veremos. El caso Koldo-Ábalos es grave, impredecible e inquieta internamente… no en vano ha caído el escudero de un Pedro Sánchez que tornó en Quijote para luchar contra molinos de viento en el PSOE cuando fue desahuciado. Y venció. Y llegó a La Moncloa. Y desde el poder hizo al escudero hombre todopoderoso del aparato del partido y ministro ultrainfluyente en Fomento y otras derivadas que una mañana de verano, años después de tener cartera ministerial, fue cesado y sustituido sin demasiados miramientos. Ni demasiadas explicaciones. Por la puerta de atrás y sin honores salió el Sancho Panza socialista. ¿Sabía en aquel entonces algo Sánchez, el antaño Quijote, para tratar de ese modo tan oscuro a uno de sus principales colaboradores? Dice, repite y garantiza que no. Que nada. Creer o no es cuestión de fe. De confianza en la palabra dada. Además, admitir que sabía o sospechaba algo sobre Ábalos sería reconocer negligencia. Eso como poco. 

La Fiscalía Anticorrupción solicita ahora que Ábalos sea imputado. "Todas las actuaciones de Koldo estaban avaladas por el ministro", subraya en su escrito dirigido al Supremo. Considera que hay indicios de que el actualmente diputado maniobró para lograr contratos en la compra de mascarillas a la trama, mientras que se especifica que no se puede evidenciar un "papel determinante" en el rescate de Air Europa, otra de las patatas calientes que este Gobierno tiene en la recámara, que le ha dado ya quebraderos de cabeza importantes a partir de la investigación que atañe a Begoña Gómez, la mujer de Sánchez. ¿Caben más problemas en los tribunales de envergadura? Aquí tienen otro que ha hecho historia: se ha abierto investigación desde el Supremo sobre el papel del Fiscal General del Estado en una presunta revelación de secretos en torno a la pareja de la popular Isabel Díaz Ayuso. ¡Al Fiscal General del Estado!. 

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Es tan protagonista la Justicia que un caso eclipsa al otro. El Gobierno está aguantando, erosionado y con dificultades, un tsunami. Sánchez arropa al Fiscal General desde Bruselas y exige a Feijóo que le entregue la cabeza de Ayuso (por los delitos fiscales que se achacan a su novio y todo lo que ha conllevado) en vez de reclamar la suya. Pimpampúm fuego. Fuego contra fuego. El desgaste se nota. El PP le tiene ganas, pero sigue sin estar en su mejor momento o en su mejor versión. No logra romper la barrera que creó su cercanía a Vox y que le separó de otras fuerzas políticas. Su manera de hacer oposición es demasiado judicial y con errores impropios que le distraen de su camino, como el recientemente cometido al apoyar una reforma que, de forma colateral, beneficia a presos de ETA y ha enojado a las víctimas. Aún así el Ejecutivo de Sánchez cuenta con tantos frentes abiertos y de tal envergadura que es probable que haya perdido la cuenta. Y es posible que esa sea la única manera de enfrentar la situación desde Moncloa sin desfallecer en el vértigo: perder la cuenta y no mirar al horizonte. Por si acaso.

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