Qué orgulloso me sentí el domingo pasado durante la Maratón de Barcelona, de ser un egoísta. Y no es que haya tenido un excesivo ataque de amor propio, me refiero a estar orgulloso de formar parte de la gran familia de Egoísmo Positivo, un proyecto de integración, a través del running, para que personas discapacitadas, principalmente en silla de ruedas, puedan también disfrutar de las carreras particulares con la ayuda de unos voluntarios que animan, cantan y empujan las sillas de estos grandes héroes.
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Lo del domingo fue mágico, emotivo, vibrante, espectacular: la que liamos. No hay palabras para explicar lo que sentí. Me quedo con muchas imágenes, como la de Cristian, que a los pocos kilómetros de empezar ya quería acabarla para empezar otra, o la de Víctor, engullendo kilómetro a kilómetro, con la mirada fija hacia adelante, o la carita de felicidad de Donovan al ver cómo su hermano le acompañaba un tramo a su lado, o Raquel, gritando de emoción por la Gran Vía mientras chocaba las manos de un público entregado, o esa entrada triunfal en meta de la pequeña Leila, caminando, junto al titánico Sergio y Álex, uno de los fundadores del grupo. Todos ellos nos dieron grandes lecciones de vida, tan necesarias y buscadas hoy en día. Egoísmo Positivo, un oxímoron que regala sonrisas y esperanzas, que cumple sueños y rompe barreras. Gracias Álex y Jesús por crear esta gran familia.