La sensación en referencia a la pobreza que se descubre en la actualidad en las calles de muchas poblaciones puede inquietar al ciudadano.
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Las condiciones de vida son más costosas que unos meses atrás, mientras el acceso a una simple habitación se encarece, los salarios, la estabilidad laboral, las jornadas ofrecidas y las ayudas sociales todavía no permiten tener un poder adquisitivo suficiente como para no pensar en la posibilidad de no sufrir situaciones de incomodidad económica.
Hay mucha gente en situación de riesgo y los recursos sociales que se ofrecen no son los anhelados, las personas necesitadas desearían huir de la precariedad sin la necesidad de percibir estigmas que en algunos casos acompañan a la dificultad de una posible integración. La ansiedad a causa de la pandemia y la impresión de espanto no ayudan a alejar ciertos hábitos perjudiciales que los jóvenes pueden adquirir para evadirse.
La austeridad siempre ha sido vista como una cualidad potencial, y ahora es una necesidad.