Las protestas por la inhabilitación de Torra no son de recibo. Torra, en su día, desoyó los consejos de los juristas del Parlament y sin tapujo alguno, después, asumió claramente que había desobedecido. Por lo tanto, ¿dónde está la sorpresa? ¿Por qué se protesta ahora? Otra cosa bien distinta es el debate intelectual sobre la proporcionalidad entre falta y castigo; un tema que, en términos jurídicos, da mucho de sí. Pero este no es el caso que nos ocupa. A Torra esta inhabilitación no le ha sorprendido ni le ha disgustado. Él sabía exactamente lo que ocurriría si no quitaba a tiempo aquella pancarta y, precisamente por eso, desobedeció, porque sabía que la respuesta de la justicia ayudaría a engrandar al movimiento independentista y, así, el 'procés' -otra vez víctima de la España vengativa- podría iluminar la noche barcelonesa con hogueras callejeras. Con estas actitudes y complicidades Catalunya se dirige inexorablemente al precipicio.
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