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Cuando el cliente sobra

Clientes mentirosos que fingen alergias para mangonear. Clientes que molestan a los otros clientes. Clientes que llegan tarde o que no se presentan

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El conejo con caracoles de Per Feina.

El conejo con caracoles de Per Feina. / Joan Cortadellas

Cada vez, más restauradores desacomplejados meten caña a los clientes en Twitter, incluso a los suyos en un peligroso juego de desapego.

Los exabruptos son una mezcla de desahogo y soberbia y olvidan que la desaprobación es pública y que los (futuros) clientes pueden tomar nota. Es un macarrismo tuitero que, a mi entender, desmotiva.

Nunca dicen los nombres por si acaso. En parte les doy la razón: hay clientes odiosos, y cocineros peores.

El martes fui testigo de un estúpido pulso entre un camarero y una comensal. En la carta del restaurante, el enunciado cla-ri-to: tomate y sardina ahumada.

–No me gusta la sardina ahumada, ¿la podéis sustituir?

–Es que el plato lleva sardina ahumada.

–¿Y no podéis poner atún?

Qué paciencia. Qué falta de respeto. Qué desprecio hacia la cocina. A ver, señora, si no le gusta, pida otra cosa. ¡Señora, no me tire del brazo!

Clientes mentirosos que fingen alergias para mangonear. Clientes que molestan a los otros clientes. Clientes que llegan tarde o que no se presentan. Clientes que exigen servidumbre. Clientes que piden privilegios. Clientes que creen que con la cuenta también adquieren la propiedad.

Decidir una carta es una tarea de equilibristas, el contrapeso entre lo que quiere el cliente (pero ¿qué cliente?) y lo que quiere quien cocina. Per Feina, el (penúltimo invento) de Rafa Zafra, es una casa de comidas a lo bestia construida en torno al menú del día pero con formalidades de carta: eliges un primero, un segundo y un postre de una treintena de opciones.

[Aquí, restaurantes de Barcelona con buen menú del día… y aquí, algunos de Madrid y, no se vayan todavía, aquí hay más]

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Sospecho qué platos recibirán poco entusiasmo entre los asiduos (¿la raya con salsa vizcaína o el conejo con caracoles?), pero ¿tiene Rafa que renunciar a ellos, a los ingredientes conflictivos? A mi me entusiasmaron.

No a la dictadura del cliente. No a la dictadura del chef. Y sí a la sensatez y a la buena comunicación.