Opinión |
Zonas de baja emisiones

Olga Ruiz

Periodista

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Querer no siempre es poder

Conozco a demasiadas personas que no llegan a final de mes, que rezan para que su coche contaminante y viejo no se estropee, porque no pueden asumir el coste del taller mecánico

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No conozco a nadie que no quiera un planeta menos contaminado, ni un aire menos contaminante.

De la misma forma, no conozco a nadie que pueda asumir la carga y la responsabilidad de procurar al resto de la humanidad un planeta menos contaminado y un aire menos contaminante.

No de forma exclusiva.

Esta sencilla reflexión encierra la clave de un planteamiento absolutamente errático y -en demasiadas ocasiones- contradictorio, en cuanto a salud medioambiental se refiere.

Los efectos del cambio climático no se mitigan ni con cumbres, ni con agendas que marcan fechas límite siempre prorrogables. Los efectos del cambio climático se frenan -si es que aún estamos a tiempo- con decisiones firmes y valientes que afectan a economías mundiales e intereses macro empresariales. Pero es más fácil decirte a ti, que no representas ninguna amenaza, que no puedes circular con tu viejo coche por Barcelona, que sancionar a EEUU o a China.

Entre las acciones y normativas encaminadas a limpiar el aire que respiramos, la accidentada regulación de las Zonas de Bajas Emisiones seguramente se lleva el oro en el podio del despropósito.

En la cadena de descarga de responsabilidades de unos organismos en otros al final el responsable eres tú. Tu viejo vehículo.

Tú estás contaminando de forma desconsiderada el aire de tu ciudad y contribuyendo al calentamiento global. Tienes que aparcar definitivamente tu coche. Prohibido. Cómprate otro que no contamine. Hazlo por el futuro del planeta. Problema solucionado.

La normativa no puede tener un trazo más gordo y menos empático. Es simplificar un problema complejo y su solución hasta niveles casi cómicos. Pero a ti, que tienes el coche que te pudiste permitir en su momento, que lo utilizas por necesidad para ir y volver del trabajo o para poder llegar a recoger a tus hijos del colegio o para garantizarte que nuestra pírrica red de trenes de cercanías no te va a hacer llegar tarde por enésima vez, no te hace ninguna gracia.

Primero te han expulsado de la ciudad con sus alquileres inasumibles, ahora ni siquiera puedes circular por ella.

No conozco a nadie que no quiera un planeta menos contaminado. Tampoco a nadie que no quiera contribuir para conseguirlo. Con sus pequeñas acciones diarias y también, con las que estén a su alcance de forma colectiva. No conozco a nadie que quiera tener un coche contaminante y viejo.

Sin embargo, conozco a demasiadas personas que no llegan a final de mes, que rezan para que su coche contaminante y viejo no se estropee, porque no pueden asumir el coste del taller mecánico.

Esas personas, a las que sí conozco, quieren estrenar coche híbrido o eléctrico, pero no pueden permitírselo. Sin embargo, ni se les pasa por la cabeza exhibir sus coches viejos y contaminantes quemando neumático en el paseo de Gràcia, como sí lo hicieron las principales escuderías mundiales de F1, en junio de este mismo año.

Querer no siempre es poder. Quizá habría que repensar a quiénes aplaudimos y a quiénes penalizamos.

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Justicia climática.

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