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Cine

Anna Grau

Periodista, escritora y exdiputada en el Parlament

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La Bernarda Alba roja

Tanta cháchara política e intelectual encubría en realidad una feroz voluntad de borrado de la mujer. De su propia hija y de sí misma

‘La virgen roja’: Najwa Nimri, la eugenesia y cómo la 'mujer del futuro' acabó tiroteada por su madre

Alba Planas, Najwa Nimri y Paula Ortiz en la presentación ante los medios de 'La Virgen Roja'. / ANDER GILLENEA

Es muy posible que la recién estrenada película 'La virgen roja' tenga una gran acogida dentro y fuera de España (fuera les gusta mucho vernos así). A mí me decepcionó un poco. Esperaba más. Creo que de esa perturbadora historia real se podía sacar más. De hecho, todo lo que se saca, lo saca casi en solitario Najwa Nimri. Donde no llega el guion, llega ella. Su inteligencia en carne viva, su complejidad indomable.

Porque es Najwa Nimri quien encarna a Aurora Rodríguez Carballeira, asesina de su hija prodigio Hildegart, la película preserva un encriptado corazón. Una cucharada de misterio que no se acaba de disolver en ninguna concesión a la galería. O a una sugerente estética lorquiana que solo te alcanza y te da miedo de verdad cuando la cámara se olvida de la hija para volcarse en la madre.

'La virgen roja' es un buen título. Pero quizás sería más esclarecedor 'La Bernarda Alba roja'. Aurora actúa en todo momento como la versión urbana y empoderada de brutales lecturas de aquella madre rural y probablemente analfabeta de Lorca, capaz de tragarse a sus cuatro hijas sin masticar antes de consentir que se las “deshonren”.

El caso Aurora-Hildegart es más denso porque no es teatro ni metáfora sino realidad tremenda, y porque da pánico pensar que mujeres así puedan acabar así. Cómo las mismas ideas que han convertido a la hija en un portento revolucionario, convierten en asesina a su madre.

¿De verdad creyó Aurora que su feminismo fanático e impaciente exigía que la “primera mujer del futuro” naciera y muriera virgen, como las hijas de Bernarda Alba? ¿O se inventó un feminismo entero, sin base real, a cuenta de esa exigencia? Aurora disfrutaba de una independencia económica insólita para una mujer de su tiempo. Así pudo forjarse una cultura y concebir el ideal que a toda costa quería que su hija realizara. ¿Por qué no realizarlo ella misma? Ni siquiera se queda embarazada sin querer. ¿Por qué forzó el nacimiento “experimental” de Hildegart? ¿Por qué perder el tiempo pariendo lo que podía haber vivido en primera persona? ¿Por qué, pudiendo ser ella misma la mujer o la madre del futuro, eligió hundirse en el luto totalitario de las matriarcas del pasado?

Teorías de por qué ella hizo lo que hizo, hay unas cuantas. Ahí va la mía: Aurora no enloquece porque su experimento eugenésico le salga “mal”. Aurora estaba loca desde mucho antes de empezar a ser madre. Aurora, como Bernarda Alba, empezó a matar a Hildegart en el preciso momento en que la dio a luz.

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Tanta cháchara política e intelectual encubría en realidad una feroz voluntad de borrado de la mujer. De su propia hija y de sí misma. En tiempos más sosegados, esta monstruosa contradicción habría podido ser evidente a tiempo. En la batidora de utopías de la época, pasó desapercibida bajo una apariencia de futurismo. Enajenación disfrazada de progreso. Castración bajo apariencia de liberación. Ojalá ya hayamos dejado todo eso atrás. Hay días en que yo no estoy segura.

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