Periodista y escritora
¿El Parlament como síntoma?
No se puede jugar más con el sentimiento de todo un movimiento que hace tiempo que no entiende nada y, sin duda, facilitar la presidencia de Illa en detrimento de Puigdemont, será el varapalo definitivo
El nuevo presidente del Parlament, Josep Rull, este lunes en el Parlament. / Zowy Voeten
Los análisis apresurados después de la votación del Parlament conducen hacia la conclusión más inmediata: el eje nacional vuelve a primar entre las filas independentistas, por encima del eje ideológico, especialmente en ‘Can ERC’, donde está la clave de bóveda de la política catalana. Hasta ahora esta era la pregunta que impregnaba todas las previsiones: ¿qué hará una Esquerra sometida a fuertes tensiones internas, ahogada por el abrazo del oso socialista y que encadena derrota detrás derrota? Y la primera respuesta ha venido de la mano de Josep Rull, convertido en Molt Honorable President del Parlament gracias al bloque de Junts, ERC y la CUP. De entrada, pues, podría parecer que el bloque independentista vuelve a encontrar puntos de sinergia con los que entenderse, y tal vez se supera la letal división que ha hundido todo el movimiento. Votación acordada, presidencia conseguida, conclusión cerrada.
Y, sin embargo, ¿es así de fácil? ¿O lo que ha pasado en el Parlament no ha sido el indicador de la dirección que tomarán las siguientes acciones y votaciones, especialmente la de la investidura, sino una suma de circunstancias? Dicho de otra manera, ¿está más cerca la investidura de Puigdemont y más lejos la de Illa después de este acuerdo parlamentario? Me inclino a creer que todo continúa igual de imprevisible, sobre todo si se tiene en cuenta que la suma que ha permitido que Junts tuviera la presidencia del Parlament ha sido forzada por el acuerdo previo que Junts tenía con la CUP, y que inevitablemente situaba ERC en una posición complicada; y no por la voluntad exprés de los republicanos. En todo caso, habría que saber si es cierto lo que decían algunos comentaristas próximos al PSC, en el sentido de que el acuerdo con los socialistas estaba hecho, para afinar algo más el análisis.
En ese caso, si ciertamente se tratara de un acuerdo circunstancial, nos vuelve a llevar a la casilla de salida: hacia dónde dirigirá la estrategia del partido republicano la brújula política que parece haber perdido el norte. La opción Illa, vía abstención de ERC, lo situaría nuevamente en la esfera de la izquierda española que ha sido tan severamente castigada por su electorado. Pero, el poder es el poder -y poder para repartir habría- y después de un día viene otro. La otra opción, la de la investidura de Puigdemont, iría en la dirección unitaria que reclama el independentismo, la abstención masiva del cual, en las últimas contiendas electorales, es bastante explícita: la división desanima, incordia y se castiga. Pero, además de las dificultades evidentes -la necesaria abstención del PSC-, no parece que ERC haya hecho el proceso catártico profundo que tendría que hacer para superar recelos y heridas, y cambiar el rumbo estratégico. Acordar la investidura con Puigdemont, aunque no saliera la votación a causa de la negativa socialista, sería indiscutiblemente un poderoso síntoma de cambio de paradigma, y a la votación del Parlament se agarrarán las esperanzas de muchos independentistas. Un independentismo, no olvidemos, que no está decepcionado con la idea, ni ha cambiado de dirección, sino frustrado por la incompetencia de los partidos que tienen que llevar la nave, y ERC es el partido que crea más frustración de todos. Más allá de las dos investiduras, también continúa abierta la opción de la segunda vuelta electoral, pero no parece que lo de volver a pasar por las urnas sea una opción que ERC contemple, teniendo en cuenta la convicción de que volverían a ser castigados, probablemente de manera más rotunda.
Todo, pues, parece que podría estar igual que estaba, aunque aparente haber avanzado hacia algún lugar. No hay que decir que tener la presidencia del Parlament es un hito muy importante para el independentismo, y más en la figura de piedra picada de Josep Rull, la mano del cual no tiembla a la hora de tomar decisiones valientes. Pero si este gesto de acuerdo entre independentistas se convierte en una flor exótica, no viene acompañado del siguiente acuerdo, el de la investidura de Puigdemont, y finalmente Illa es investido, el independentismo volverá a recibir el enésimo varapalo. No se puede jugar más con el sentimiento de todo un movimiento que hace tiempo que no entiende nada y, sin duda, facilitar la presidencia de Illa en detrimento de Puigdemont, será el varapalo definitivo. Que se lo piense bien ERC, porque puede cometer el error más grande de los muchos que ya acumula.
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