Este pandemia ha trastocado a toda la humanidad. Yo siempre iba por la vida corriendo, rápido sin pausa. De repente, me vi obligada a detenerme. Al principio, no fue fácil detener mi vida, planes y decisiones. Pero no tenía elección. Todo el planeta estaba detenido.
Entretodos
Tenía planes, mi mamá de 84 años venía a visitarnos de Venezuela y no pudo. Mis proyectos de estudio se paralizaron, mis hijas se quedaron encerradas en la casa. Aprendí varias cosas. Aprendí que no puedo controlarlo todo, que me toca aceptar el momento que vivo y tratar de vivirlo de la mejor manera. Aprendí que no necesito comprar ni estar de tiendas para ser feliz. Aprendí que lo más amado e importante de mi vida estaban conmigo en casa. Aprendí a no quejarme por lo que me faltaba y a disfrutar lo que tenía.
Vi el dolor en el rostro de gente que perdía a un ser amado, la impotencia de no poder acompañarlos y la bendición de ver amor en el rostro de los médicos y enfermeras. Aprendí a no dar nada por sentado y disfrutar la vida hoy.
Tantas horas en casa, me dieron la oportunidad de mirar hacia adentro, mi interior, conocerme y reencontrarme con mi esencia real y única.
Va pasando el miedo y no quiero olvidar esta gran lección que aprendí. Es fácil olvidar cuando ya no sientes miedo. Pero estoy segura que ya nada será igual. Será diferente y mejor.