Hace 40 años trabajaba en una academia de Formación Profesional en El Prat de Llobregat. Desde allí seguí, con gran asombro y consternación, el intento de golpe de Estado que protagonizaron unos militares nostálgicos del antiguo régimen. En esos momentos, mi interés no se centraba precisamente en la política, pero simpatizaba con cantautores o grupos que me hicieron entender que la sociedad española quería construir un mundo mejor. Recuerdo el periodo de finales de los 70, los 80 y la transición como uno de los más importantes en el ámbito musical, y algunas de estas canciones fueron el baluarte de la democracia.
Entretodos
La canción de Cecilia 'Mi querida España' (1975), me hacía vibrar con sus notas, sentía ese arraigo por un país que intentaba consolidar el estado democrático. Un cantautor al que seguí con entusiasmo, debido a mis orígenes aragoneses, fue José Antonio Labordeta, con el himno esperanzador de su 'Canto a la libertad' (1975).
Cultura, política y música iban entrelazadas. De esta manera es como viví la transición española. No leía la prensa diariamente como hago ahora, pero fue a través de la música que aprendí a conocer y a valorar de forma crítica las realidades del mundo en que me movía. Como dice la autora estadounidense Jodi Picoult, “La música es el lenguaje de la memoria”. O, en palabras de Leonard Cohen, “La música es la vida emocional de la mayoría de la gente”.