Cada día, aumentan el numero de bicicletas que circulan por calles, plazas, avenidas, carreteras y aceras de nuestras ciudades y pueblos, y yo me alegro de esta transformación. Lamento todos los accidentes que, por desgracia, no paran de aumentar y producir más víctimas entre los ciclistas.

Apruebo todas y cada una de las iniciativas para reducir estos accidentes, distancias de seguridad, cámaras en los cascos para grabar y denunciar infracciones de los automovilistas. Sin embargo, me gustaría que cada una de esas bicicletas tuviera su matricula y que el dueño de las placas fueras responsable de sus actos, a veces incívicos, con el caso de los ciclistas que se creen que están en una etapa del Tour de Francia y circulan por la carretera en grupos de cuatro ocupando media calzada, o como el ciclista que hace unos días bajaba como un loco por la acera de la calle de Escorial y que por poco centímetros no me arrolla y que, después de regalarme su dedo medio, siguió su trayecto pedaleando entre la gente.

Es cierto, hay de todo en la viña del señor. Pero si e facilitara su identificación con una matricula, quizá todos podríamos contribuir en mejorar este aspecto. La solución está en la educación vial.