De cínicas como poco se podrían calificar las declaraciones de la semana pasada de Jaume Collboni cuando hablaba de endurecer y aumentar las sanciones a los ciudadanos incívicos que produzcan molestias con el ruido a sus conciudadanos.
Entretodos
Las ordenanzas municipales de los ayuntamientos, que básicamente son las mismas copiadas unos a otros, equiparan todo tipo de ruidos molestos, por ejemplo los efectuados por obras de reformas, que son necesarios e inevitables, con cualquier otro elemento acústico evitable e innecesario como puede ser la música. Ni siquiera incluyen ni distinguen los modernos 'home cinema' que, a un volumen permitido por las ordenanzas municipales, puede resultar muy molesto y desconcertador.
Los ayuntamientos permiten esto para evitarles molestias y conflictos a ellos, aunque aumenten entre los vecinos, pues cuando les llamas por estos motivos nunca acuden: ojos del Consistorio la contaminación acústica se ve como un delito menor y no está equiparado con otros de igual gravedad, aunque puedan acabar en otros delitos muchos más graves.
Por suerte, en estos últimos años hay iniciativas privadas que valoran y colocan en su lugar el derecho de la ciudadanía al descanso, como el vagón del silencio en el tren AVE, y comprar con menos ruidos de megafonía en una gran cadena de hipermercados. Esperemos que este sea un inicio que marque un cambio que nos conduzca a acercarnos a países más silenciosos y civilizados del norte de Europa del Norte, y que lideren no solo un cambio de mentalidad sino en las legislaciones, que lamentablemente parece que siempre tienen que estar un paso por detrás de la sociedad.