Nada más español que justificar al chorizo. Ni siquiera los toros o el flamenco. Catalunya no se aleja de ese panorama, ya ven, su más conocida institución, el FC Barcelona se lanza a una campaña infame en defensa de uno de sus empleados, el más reconocido, que ha sido condenado por el tribunal de un estado democrático.
Entretodos
El cerebro humano se caracteriza por crear y comprender con facilidad los simbolismos. Quien es capaz de manejar esos símbolos manda. Quien además es capaz de apelar a sentimientos, por bajos que estos sean, controla el cotarro. La institución deportiva del empleado en condena se arroja a un vil manejo de símbolos y sentimientos primarios para apagar un fuego, no importa la infamia.
Cuando veo a los habitantes de un barrio o localidad salir en defensa de ‘su delincuente’ no veo más que una paletada descomunal, algo tan provinciano y retrogrado que no creo que exista en otras naciones. Pero en este país ‘semos asín’, unos burros manipulables que nos movemos por impulsos o a latigazos, pero nunca con la razón y el juicio.
No, señores del Barça, no todos somos Bárcenas, ni Rato, ni la Pantoja, ni los Pujol; no todos somos el violador del Eixample, ni el pirómano de la cuesta aunque seamos del mismo pueblo, partido o club. Ni hablar. Messi es un extraordinario jugador de fútbol, el mejor, el más decisivo sobre el terreno de juego, y es un gusto verle aunque sea como rival. Pero si ha cometido una falta fuera del campo, que pague por ello.
Las tarjetas amarillas o rojas también existen fuera de los terrenos de juego; es otro reglamento, cierto, pero nos conviene a todos cumplirlo. No podemos esperar una ley para todos igual si empezamos por justificar a los de nuestra tribu, sea esta la que sea. Que los ‘chorizos’ paguen por sus actos y que los gañanes lean, a ver si así se desasnan un poco y esto mejora. O acabaremos siendo Tontolandia. Ya nos falta poco, eso sí.