Siete y media de la mañana. Me pongo la chaqueta y salgo de casa. Bajo las escaleras de la estación de ferrocarril y me la quito mientras espero en el andén. Llega el tren, entro y a causa del aire acondicionado me vuelvo a poner la chaqueta. Cuando éste llega a Plaza Catalunya, bajo y camino por los pasillos subterráneos para dirigirme hacia la línea roja de metro. De nuevo, me quito la chaqueta. Con este aire bochornoso no se puede estar.
Entretodos
Y así todos los días. Ahora tienes frío. Ahora te mueres de calor. O bien te pones enfermo, o bien llegas todo sudado, y eso que todavía es otoño. ¿Son necesarios estos cambios tan drásticos de temperatura en la red de transporte barcelonesa?