Se acabó hace tiempo el estado de alarma, y con ello la responsabilidad de la gestión de la pandemia recae en las autonomías y en alguna medida en los ayuntamientos; pero, sobre todo, recae, queramos o no, en la ciudadanía.
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Nuestra responsabilidad es fundamental para evitar que esta pandemia, que tantos muertos, enfermos y crisis económica nos ha costado y nos va a costar, no aumente y podamos aliviarla de alguna manera. Pero, por desgracia, ante los más de 100 rebrotes, con ya miles de contagiados declarados o por declarar, observamos diariamente en los medios de comunicación cómo una parte de la ciudadanía está siendo irresponsable en grado sumo. Porque irresponsable es festejar, sin protección ni distanciamiento, el triunfo o ascenso de nuestro equipo. Irresponsable es celebrar fiestas clandestinas, como si no pasara nada. Y sí pasa.
Ahora estamos hablando que personas menores de 45 años son los más contagiados y que después son transmisores. ¿Tan pronto se nos ha olvidado que hay gente a la que el contagio le puede costar la vida?. ¿ Es que tan poco importa la vida humana? ¿ Es más importante festejar, pasando de todo, un triunfo deportivo, un cumpleaños o un simple baño, que impedir que un ser humano, que cumple las restricciones, pueda fallecer?
Dejémosnos de echar la culpa a gobiernos o de indicar que fallan. Ahora es el turno de nuestra responsabilidad y en eso estamos fallando, y mucho. Cuesta poco cumplir una serie de precauciones: lavarse las manos, la distancia, evitar actos multitudinarios sin protección y sobre todo el uso de la mascarilla; si no, pronto, muy pronto, por desgracia, volveremos a repetir el confinamiento total. Y le echaremos la culpa a los gobiernos o al Gobierno, cuando, en realidad, los verdaderos irresponsables serán los ciudadanos ue no piensan en los demás.