“La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún” (Tales de Mileto). Y así es hoy después de más de 2.000 años. Tal verdad dispuso este filósofo clásico en el saber de la humanidad, y cumpliendo su función de premisa verdadera, aún se cumple en nuestro hoy.
Entretodos
¿Quién puede decir que ha perdido la esperanza? Nadie. Todos nos levantamos cada mañana y nunca es en vano. Mas alguien dirá: ¿y el que termina con su vida? Este también tiene esperanza. Sí, de encontrar la paz que no encontró en el mundo. Así como el amor -a uno mismo o a los demás- es intrínseco al hombre, la esperanza también. El hambriento espera el día en que pueda saciar su hambre. El estudiante espera el día que pueda ejercer su profesión. El anciano espera el día de su partida al cielo. El político espera el día en que pueda unir al pueblo. La madre espera el día en que pueda ver la familia de su hijo. El cristiano espera el día en que pueda ver a su Padre Dios. El trabajador espera el día en que se pueda jubilar. ¡Y tantas cosas más!
Es esta la esperanza que sustenta el caminar y tropezar del hombre. Y aún enfocarse en uno u otro sentido, siempre es la misma esperanza. Ahora bien, ¿qué es la esperanza? Ciudadanos, ¡mundo de hoy! Creo que nos deberían hablar más de la esperanza, pues “La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo” (Maurice Maeterlinck).