La primera fase fue el cañoneo con agua a presión, gases lacrimógenos y bastonazos contra unos peligrosos invasores entre los que andaban camuflados mujeres, ancianos y niños de todas las edades, que pretendían cruzar la frontera al lado amigo, o eso creían ellos, llenos de una esperanza que se fue transformando en frustración y pesadumbre. Hemos llegado a la segunda fase, el tiroteo y muerte de mujeres, ancianos y niños que tan sólo intentaban encontrar desesperadamente protección contra la barbarie de la que huyen y que parece haber contagiado al lado amigo.
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Lo terrible es que pasada aquella primera fase, seguimos cerrando los ojos y mirando hacia otro lado sin ser capaces de encontrar una solución, y no vale decir que se vuelvan a su país porque recursos siempre hay si son bien gestionados. Es posible que esta última fase, la de disparar sin miramiento y dar muerte a pobres inocentes cuyo criminal delito ha sido intentar traspasar una maldita línea trazada en el mapa, sea una tenebrosa, fácil y drástica fórmula matemática que les dé la solución a algunos, vidas segadas igual a menos problemas. Que esos 'algunos' no caigan en ese perverso razonamiento y no ignoren la crueldad con que están siendo tratadas esas personas desamparadas y abandonadas por una comunidad, la europea, que siempre se ha erigido en defensora de los derechos humanos y la democracia, y que ahora parece haber olvidado sus nobles principios.
Tampoco creamos que ignorando a todos esos pobres prójimos sin rumbo descargamos nuestra conciencia, pongámonos en su pellejo y saboreemos por un instante su amarga desdicha, su sufrimiento, su dolor al ver que la esperanza y el futuro que anhelaban para sus hijos también se hunden sin remedio en el mar o en el barro por los que se aventuran a cruzar jugándose la vida. Nosotros, los del 'lado amigo', también somos esposos, padres, hijos y abuelos, como ellos, y eso debería ser suficiente argumento para hacernos reflexionar y no caer en despiadadas conclusiones.