Decía Benjamin Disraeli (escritor y dos veces primer ministro británico) que “el mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado, convirtiéndoles en políticos”. En estos últimos tiempos estamos asistiendo a la demostración de dos presidentes de gobierno en funciones, que no son estadistas, ya que lejos de actuar en base al interés general y de los ciudadanos a quienes gobiernan, presumiendo de representarles, priorizan en clave de su interés personal y su, sin duda, legítima ambición.
Entretodos
¿Cómo, si no, se puede entender el camino que Artur Mas está recorriendo? Estrellando a su propio partido, y a la sociedad catalana en general, a una disyuntiva en la que hace tiempo que se olvidaron las necesidades de los ciudadanos y los problemas reales derivados de la crisis, condicionando todo a que un partido totalmente alejado de los postulados políticos de la formación en cuya lista electoral ocupó el número cuatro al Parlament, le preste dos votos para volver a ser elegido president de nuevo, aun asumiendo importantes recortes de competencias en su función.
La confusión de Mas y Rajoy, entre sus deseos por mantenerse en la destacada función que ocupan hoy, y el interés general de sus administrados y gobernados, es colosal, tanto como para poder considerárseles amortizados políticamente a futuro.
Ningún partido ganador en unas elecciones generales en España, desde la reinstauración democrática, ha obtenido menos escaños en el Parlamento que el liderado por Mariano Rajoy, beneficiado por la irrupción de los dos nuevos partidos emergentes; ello le ha llevado a hacer público su deseo de componer una amplia mayoría parlamentaria de más 200 escaños, se supone que contando con Ciudadanos y PSOE, sin asumir que una gran mayoría de españoles con su voto, han optado por responsabilizarle personalmente de lo ocurrido durante su dolorosa legislatura (corrupción, desregulación laboral, recortes, endeudamiento, etcétera).
Él lo sabe, pero como tantas veces en su carrera pública y política, ha optado por hacer de Don Tancredo, priorizando sus ambiciones personales, sobre el interés general, ya que no le apetece, en absoluto, ser el primer presidente de la democracia en no obtener la reelección, y le hace ilusión situarse en el umbral de la edad de jubilación, siendo presidente de España. Además, aun será “joven” para volver a dedicarse al Registro de la Propiedad de Santa Pola.
Artur Mas y Mariano Rajoy, Rajoy y Mas, dos políticos sin sentido de Estado, lejos de ser los estadistas que España necesita hoy. Pasemos página.