El transporte público es el quebradero de cabeza principal de miles de estudiantes de comarcas que se ven obligados a cursar sus estudios superiores en Barcelona y que pierden alrededor de cinco horas diarias en él. La poca inversión en este medio ha conducido a evidentes disfunciones y retrasos que parecen no tener fin y que les afectan día a día. Ante estos problemas recurrentes, la incertidumbre de desconocer cuál será el funcionamiento de las líneas provoca la imposibilidad de organizar la rutina y los estudios, generando estrés y ansiedad.
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Así pues, solo aquellos que pueden permitirse vivir en residencias universitarias o pisos de estudiantes disfrutan de la suerte de no tener que depender de un recurso completamente desatendido y descuidado por parte de gobiernos e instituciones, aunque sea fundamental para una gran parte de la ciudadanía.