En mi vida hay un antes de 63 años y un después, un año dentro de pocos días, porque soy una de las 1.017 personas adultas catalanas a las que en 2016 nos implantaron un órgano procedente de donante, un órgano vital, en muchos casos cuestión de vida o muerte y en otros, como el mío, para volver a tener una calidad de vida y dejar de depender de una máquina (9 horas diarias) el resto de ella.
Entretodos
Mi mayor deseo es que todas las personas enfermas y en listas de espera lo puedan conseguir. Motivos de esperanza los hay: este país, a pesar de todos los pesares que son muchos (en sanidad, por ejemplo, recortes en personal, medios, salarios...), sigue siendo el nº 1 en altruismo y solidaridad en donación de órganos.
En mi caso personal, mi familia y yo estaremos eternamente agradecidos a esta persona donante y a su familia, que con ese gesto inmenso de generosidad y humanidad han hecho que mi vida, metida en un túnel, haya vuelto a ver la luz.
Esta realidad no sería posible si no se cuenta con un equipo de profesionales que intervienen antes y después en todo el proceso de un trasplante, aportando su conocimiento y buen hacer, como el que he tenido yo en el hospital Germans Trias i Pujol. Mi gratitud a todas y todos.
Para terminar, mi agradecimiento a todo el personal de los tres turnos de la planta 2ª de Nefrología (consultas, diálisis peritoneal y trasplantes) del Germans Trias i Pujol, por ofrecerme su apoyo, su trato profesional y humano durante los días que permanecí ingresado.