Después de 99 días recluido por la pandemia, y acabado (en parte) el estado de alarma, me propongo lanzarme a la calle y así experimentar qué se siente con la 'nueva normalidad'. Decido tomar un café en una terraza. Es temprano y el día ha amanecido con una temperatura muy agradable. En mi tierra, los días de verano son calurosos durante el día, pero llegada la noche con su madrugada se puede respirar a fondo.
Entretodos
Enfrente de la terraza hay un escaparate de una tienda de lencería, piezas sueltas de maniquíes: piernas, torsos, caderas... lucen prendas de finos tejidos y bordados, con la coquetería adecuada para llamar la atención. Lo inanimado del escaparate -por más sensual que luzca- me susurra al oído lo que puede ser la nueva normalidad: distanciamiento social e inerte como las figuras del escaparate. El verano entra a pleno pulmón y tan normal, a esta parte del planeta, donde sus habitantes buscan su nueva normalidad. En el soportal de la lencería, y sobre unos cartones, duerme un indigente, también 'normalizado'.