Con demasiada frecuencia nos impacta la noticia de algún menor asesinado, muchas veces dentro del que debería ser su círculo seguro.
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Hace tres semanas,conocimos la sonrisa de Gabriel por los medios de comunicación, cuando posiblemente ya se la habían robado violentamente, hemos deseado de todo corazón volver a ver su sonrisa y no ha podido ser por culpa una acción despiadada y criminal.
Gabriel, lo ha perdido todo, le han quitado su vida, a los padres su querido hijo, su "pescaíto" y a nuestra especie, uno de nuestros niños y una parte de nuestro futuro.
Sentimos la perdida de Gabriel, y la de cada niño víctima de la violencia, y no entendemos cómo es posible tanta maldad contra seres inocentes. Es admirable la actitud de la mamá de Gabriel, pero estos crímenes, no debemos, no podemos ni queremos perdonarlos.
Ayer lamentamos la perdida de otros dos niños en Madrid, víctimas también de la barbarie criminal. ¿Estamos perdiendo el juicio y con él los principios elementales? ¿Todo vale y no tenemos límites? ¿Qué valores estamos transmitiendo y cómo se están asimilando? Como sociedad, y sobre todo desde los poderes públicos, es necesario analizar qué hacemos mal y qué podemos hacer mejor (y hacerlo) para que nuestros niños tengan una infancia feliz y segura. Para empezar habría que escucharles con atención y tener en cuenta lo que nos transmiten, suelen percibir bastante bien los ámbitos donde se sienten seguros.