El pasado miércoles me encontraba yo en una estación cualquiera de Barcelona. Hacia el final de un andén repleto de gente, una chica esperaba acertar en la posición en la que iba a acabar la puerta con acceso para su silla de ruedas.
Entretodos
Se equivocó por unos quince metros y, mientras se dirigía a su puerta, el resto de los pasajeros subía y bajaba con normalidad y cierta prisa.
Una vez ante la puerta, y tras varios intentos de dar impulso para sortear el pequeño hueco que le separaba del tren, decidió esperar a que le ayudara alguien del interior.
Tras varios segundos de incomodidad, un chico se levantó de su asiento y salió en ayuda de la chica, que finalmente pudo entrar al vagón con normalidad.
Lo inaudito fue ver la cara de sorpresa que se llevó el chico al descubrir que alguien había ocupado su asiento. El karma no siempre compensa una buena acción.