En el mundo, desde la eclosión del neoliberalismo, se produce una descorazonadora paradoja: las grandes empresas cada vez tienen mayores beneficios pero contribuyen menos al Estado de bienestar.
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Este éxito de los poderosos, con las ganancias de sus sociedades creciendo de forma exponencial, ha llegado a tal extremo que pagan la mitad que hace 40 años.
Al mismo tiempo, los impuestos indirectos como el IVA, que supuestamente abonan por igual ricos y pobres, no han parado de aumentar.
Es demoledor que un español con salario medio de 25.000 euros pague al erario entre impuestos directos e indirectos el 49,8 %. Es decir, trabaja182 días al año para hacer frente a Hacienda.
Y así, al no redistribuir la riqueza, la desigualdad en el mundo no para de crecer, poniendo en riesgo la paz social.
Y lo más grande, la gran e innegable victoria del neoliberalismo -que crea una sociedad egoísta- ha sido fomentar la eterna lucha de clases y la envidia a los del mismo nivel social que prosperan.