¿Hasta dónde puede llegar la estupidez humana? Sin duda que hasta el infinito.
Entretodos
Seguimos cayendo en las mismas trampas de siempre. Aquellas que nos tienden esos avezados maquinistas que saben de nuestras reacciones antes de respirar. Nuestros cerebros siguen manipulados, erre que erre, en los mismos talleres donde la tiranía, el poder corrupto y la desvergüenza campan a sus anchas sin disimulo.
Bien protocolizados y estructurados, esta cadena de montaje nos pule y ajusta el cerebro, hasta el punto de no distinguir más allá de lo que significa un puesto de trabajo, una ajustada pensión (en extinción), una familia o una urna electoral.
En los talleres contiguos a estos, también hay fábricas que se dedican a producir otros tipos de sistemas de control, para recortar todavía más el margen de maniobra de nuestros exiguos cerebros: religión, drogas, sistemas de telefonía e informática, para tenernos bien amarrados a la cadena de producción.
En pocos días nos llegará la posibilidad de consumar, de nuevo, la estupidez humana, por medio de la elección periódica de los nuevos jefes de taller, que nos reglarán nuestra robotizada cabeza pensante.