Parece que la política española ha quedado enfrascada en un solo asunto: Venezuela. Y va para rato. Es el monotema que interesa al bloque de las derechas, y que se ha convertido en el día a día en el Congreso de los Diputados.
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Dada su incapacidad manifiesta para formular soluciones alternativas y compatibles con los problemas reales que acucian a nuestra sociedad actual -crisis del sector agrícola y ganadero, pensiones, desempleo, sanidad, igualdad, violencia machista...-, su objetivo nuclear es intentar tumbar el Ejecutivo de Sánchez por cualquier medio, incluido el judicial.
España no es de los ciudadanos: les pertenece. Los ciudadanos se equivocaron (dos veces) votando a una mayoría de izquierdas. Se sienten huérfanos si no pilotan los mandos de la gobernabilidad, y por ende, de los aparatos del Estado. Se les podría aplicar aquel refrán extraído de la comedia de Lope de Vega: "Como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer".
Con independencia de los recovecos del encuentro del ministro Ábalos con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez y las torpezas cometidas en las distintas explicaciones, ¿la única cuestión que preocupa a los ciudadanos es el incidente de Barajas? No lo creo.
¿Y por qué cuando las derechas solo hablan de Venezuela no enfocan su gran interés por ese país en la complicada situación de sus ciudadanos? ¿Tan importante es reconocer si Guaido es 'presidente encargado' o 'líder de la oposición? ¿No es mucho más importante la mediación internacional -como la de Rodríguez Zapatero- para que se celebren elecciones libres y transparentes en el país caribeño?
Está claro que a las derechas solo les interesa generar ruido, crispar el ambiente al máximo y desviar el foco de otras cuestiones, sin importarles en absoluto el destino del país al que recurren constantemente. ¡Siempre nos quedará Venezuela!