En esta parte del planeta que es Europa todavía hay de todo casi para todos, en una oferta amplia y extensa, pero con un único requisito previo: tener poder adquisitivo.
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Y aquí es donde radica la incapacidad funcional del mercado para vertebrar a la comunidad internacional en su conjunto. Por definición, hay clientes dentro y fuera de la UE que reciben la oferta pero que, debido a su renta, no podrán adquirirla nunca.
Somos incapaces de eliminar la pobreza de la faz de la tierra y, además, la humanidad no puede soportar el riesgo ambiental que supondría la extensión del consumismo occidental al resto del planeta.
La seguridad comunitaria está vinculada al cambio climático y sus consecuencias: tensión migratoria, conflictos por la escasez de recursos, especialmente el agua, pérdidas de territorios, limitaciones al suministro de energía, etcétera.
Pero la UE se queda corta, no se atreve a liderar la única propuesta racional posible: reducir el consumo, limitar el crecimiento para que otros puedan acceder a ese bienestar mínimo que debería garantizarse por dignidad humana sin poner en riesgo la sostenibilidad del planeta.