He estado afiliado a un sindicato de clase durante toda mi vida laboral, pagando puntualmente mi cuota, haciendo las huelgas generales que se convocaron, participando en mi sección sindical, creyendo que hay determinadas conquistas sociales que se hacen colectivamente o no se pueden conseguir.
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Sé que me dejé pelos en la gatera, que en los anquilosados sindicatos a veces se responde tarde a demandas muy sentidas por los trabajadores, y que se cuela como dirigente algún indeseable, pero también sé que cuando la maquinaria sindical se pone en marcha es mi mejor aliado para mejorar las condiciones de trabajo de todos.
Ahora Carmena y Errejón, que se reclaman aglutinadores y no partidarios, más técnicos y menos políticos, dicen que es mejor agruparse como 'individuos' y no como organización ideologizada. Según ellos, están en condiciones de hacer una lista con los 'mejores' de entre los agrupados y organizar a tanta gente buena y con tan buenos propósitos en defensa del interés público; y a los demás, nos corresponde votarles y ya está. Se olvidan del trabajo colectivo, de la acción colegiada de cualquier gobierno; parecen los únicos llamados para salvarnos, a pesar de nosotros mismos.
Es la soberbia perfecta, bastante alejada del servicio público y de la decisión colectiva por la que pasará el nuevo Ayuntamiento, si es que ha de ser nuevo y no un remedo del 'cesarismo caudillista' más rancio.