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"Para eliminar el odio y el insulto hacen falta influencias correctas desde muy pequeños"

Un padre y su hijo. / Shutterstock

Cuando una institución o persona tiene autoridad para poder intervenir sobre nosotros provocando un beneficio o un perjuicio decimos que es "influyente". Un ejemplo claro de efecto positivo sobre mí fue mi familia: padres y abuela. En mi casa, justificar algún fracaso personal criticando a un profesor, amigo o familiar era perder el tiempo. Entre muchas otras, las frases: “Es tu culpa, tendrías que estudiar más”, y “a quien madruga Dios le ayuda” eran las más habituales.

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Ahora, durante la etapa de mi vejez, cuando constato el comportamiento de algunos de mis conciudadanos, pienso que la gran mayoría de ellos no han recibido el mismo tipo de educación que yo y mis hermanos percibimos. Una educación continuada basada en la disciplina, el respeto a los demás, y el esfuerzo personal, no te permite, de mayor, hacer o pensar según qué cosas.

El otro día, oyendo a Pedro Sánchez aclarando que su no dimisión no quería decir continuar igual sino que era un punto y aparte, pensé lo difícil que resultará poner en práctica su deseo. Eliminar la vulgaridad en general y el insulto en particular; el odio generalizado entre rivales; el fanatismo; las mentiras; la mala educación, y una larga lista de deterioros solo se logrará cuando todos los ciudadanos de este país reciban desde muy pequeños las correctas influencias.