Nos estamos alejando cada vez más de un progreso justo y equilibrado en el mundo. De hecho, siento que nos están remolcando hacia una orilla oscura; una orilla donde predomina el egoísmo, y una avaricia inconmensurable que antepone cualquier beneficio económico a la dignidad humana y la sostenibilidad de la tierra y esto constituye un gran peligro. Pero es que la fuerza propulsora del mercado liberal es tan fuerte que parece que estemos condenados a ser esclavos de un modelo de producción y consumo que no hace más que depredar el medio-ambiente y despojar a los más débiles del planeta, es decir, la mayor parte de la población.
Entretodos
Esta crisis socio-ambiental nos está llevando a una hecatombe, ya que las inequidades sociales son cada vez más alarmantes y las consecuencias de una explotación despiadada del planeta son cada vez más visibles. Ambas crisis son consecuencia de un concepto de desarrollo neoliberal que ya no tiene dirección ni sentido. Quizás, este concepto tenga sentido para la minoría que lo domina, ya que según un estudio realizado por Oxfam Intermón, el 1% más rico de la población mundial acapara un 82% de la riqueza mundial. Es importante remarcar que la mitad más pobre del planeta no se beneficia en absoluto de esta riqueza y es que esta desigualdad es insostenible. De hecho, según la OCDE la brecha de desigualdad entre ricos y pobres ha alcanzado niveles históricos a día de hoy.
El estado como forma de organización política está siendo sustituida por el poder de las empresas multinacionales cuyo objetivo es perpetuar la pobreza y la desigualdad para mantener el poder. Y esto constituye un gran peligro ya que la protección social se está desvaneciendo y se están perdiendo los derechos conquistados por los ciudadanos a lo largo de la historia.
Los estados y las grandes instituciones han perdido su capacidad política y su capacidad de compromiso con la sociedad y la tierra. Estamos ante un desequilibrio socio-ambiental alarmante que es el resultado de una falta de gobernanza política mundial generada por las fuerzas hegemónicas del modelo de desarrollo neoliberal que ha conseguido diluir la capacidad política de los estados. Sin una gobernanza global va a ser muy difícil establecer acuerdos multilaterales para abordar las grandes crisis a las que el mundo se está enfrentando. Y esto constituye una gran amenaza ya que un mundo donde lo último que importa es la dignidad humana y la sostenibilidad de la tierra es muy fácil que resuciten las cenizas y las llamas de la guerra.