Varios colectivos piden la cancelación de la cita olímpica ante la ola de contagios que se expande y el elevado riesgo de reinfección, con la latente amenaza del covid persistente en los afectados. No obstante, la organización de los Juegos Olímpicos de Tokio, por ahora, persiste en su celebración, pero descarta la presencia de público, atendiendo a las recomendaciones de las autoridades y a la nueva declaración del estado de emergencia en la capital nipona.
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Caso de celebrarse, los Juegos de la XXXII Olimpíada serán atípicos, desangelados. Los atletas competirán no solo con el temor al contagio del virus sino también en sepulcral silencio, sin la mirada cautivada de los espectadores, sin su aliento, sin aplausos ni vítores a los récords, con una ceremonia de apertura simbólica e insólita, en familia. Solo mantendrá encendida la llama del pebetero el lema oficial olímpico del barón Pierre de Coubertin, 'Citius, altius, fortius', es decir, "más rápido, más alto, más fuerte". El reto de los atletas será su esfuerzo por la excelencia personal en una cita histórica desnaturalizada, sin precedentes, que quizá por el bien del propio movimiento olímpico debería posponerse.