Últimamente hemos podido observar cómo la moda del Fidget Spinner, ese objeto endemoniado para algunos y revolucionario para otros, se ha ido extendiendo entre los más jóvenes y ha llegado a las aulas. Esto ha generado un debate entre los que ven este artilugio como algo beneficioso a nivel terapéutico para los niños (y no tan niños) y los que lo ven como una distracción y un peligro durante las horas lectivas.
Entretodos
Dejando a un lado que se esté utilizando como arma arrojadiza por algunos, nos olvidamos que distracciones de este tipo -algunas incluso mucho más rudimentarias- han existido siempre en las aulas. Los de mi generación recordarán los 'tazos', los 'tamagochi' o incluso la llegada del teléfono móvil como elemento de distracción durante la jornada lectiva. Incluso un simple bolígrafo, con la suficiente maña, se convertía en nuestro particular 'spinner'.
¿No será que realmente los niños se aburren en las aulas y deben rellenar ese espacio con actividades que activen realmente su cerebro? ¿No será que estamos enseñando a los más pequeños de una manera que no pone en funcionamiento sus neuronas? El objeto de distracción no es el artilugio. El objeto de distracción es la forma de enseñar.