Hace un tiempo que pertenezco a una asociación local donde un grupo de feministas ponemos en marcha diversas acciones para visibilizar la desigualdad. La cuestión es que en las asambleas casi todas las integrantes utilizan el lenguaje inclusivo ('nosotres', 'elles', 'todes', etcétera) y yo no soy capaz de acostumbrarme. En una ocasión, estaba discutiendo con une compañere de género no-binario y le solté un “mira, bonita...”. De pronto, se hizo el silencio; el ambiente se tensó. Pasaron así varios segundos, hasta que finalmente alguien habló para cambiar de tema. Más tarde decidí disculparme y exponer mi opinión. Y es que, por mucho que intentemos reeducarnos, el aprendizaje en algo tan básico como el habla es tremendamente difícil de reconfigurar, especialmente en momentos de tensión en que hablamos casi sin pensar. Por suerte, todas estuvieron muy comprensivas y la cosa quedó en una divertida anécdota. Así que si, como yo, eres feminista pero un poco bruta, no te preocupes demasiado; los actos valen más que las palabras.
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