Parece que con la vacunación hayamos empezado a creer que pronto vamos a restablecer la normalidad, y tal vez sea así. Sin embargo, de vez en cuando vamos escuchando declaraciones de personas inmersas en esta vorágine en la que la covid nos ha sumergido.
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Sin ir más lejos, el testimonio de Carles Francino me ha dejado perpleja, en un momento de la pandemia en el que parecía que la gravedad de los casos iba de baja. Al oírlo, he podido imaginar la facilidad de quienes se encuentran en esa situación para encerrarse en sus miedos y laberintos personales, teniendo que afrontar unas circunstancias totalmente nuevas, distintas y cargadas de incertidumbres. Al hablar, con esa carga emocional que no le ha abandonado en ningún momento, ha dado pruebas, sobradamente, de lo importante que ha sido reencontrar la compañía y el consuelo de las personas que están a su alrededor, tanto a nivel familiar y de amigos, como en su vuelta a las ondas. Seguro que este deportista, que ha paralizado durante algún mes este tipo de actividad, ha cambiado la liberación física, que tan bien nos viene a todos, dando vueltas por los parajes emocionales que han estado latentes en su cabeza durante todo este tiempo.
Me sumo a sus palabras de agradecimiento a los sanitarios. Hacen falta más gestos solidarios, no solo los que en su día les dispensamos a través de aplausos y vítores. Es preciso que los ayudemos omitiendo esas actitudes irresponsables, sabiendo que es imposible conseguir el máximo beneficio si no tenemos en cuenta las necesidades de los demás. Quizás el bienestar general dependa de nuestra respuesta.