Frecuento mucho el transporte público. El otro día, en uno de mis viajes rutinarios en tren, decidí hacer un ejercicio de observación y para ello dejé guardado mi móvil.
Entretodos
Levanté la mirada y me decepcioné al ver que, durante cinco minutos, no pude establecer contacto visual con absolutamente nadie de aquél vagón.
Todos estaban cabizbajos, mirando sus teléfonos, tabletas u otros aparatos electrónicos. Y no sólo eso: también llevaban cascos, hecho que les hacía aún más ajenos a la realidad.
Por suerte, alguien me distrajo un momento de esta decepcionante imagen: una niña desde un carrito de bebé que jugaba con su madre. ¿Qué les estamos enseñando a nuestras criaturas?
La realidad no es la digital, es la del día a día: lo que vemos, lo que percibimos, lo que sentimos. Los aparatos electrónicos están bien para un rato, pero no para que ocupen el 100% de nuestro tiempo.
Me he propuesto algo para mis próximos viajes: no volveré a sacar el móvil ni ningún otro aparato que me impida percibir, sentir o vivir la realidad.