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"El mundo se ha ido individualizando"

Un niño patina en el pueblo de Castellfort, en Castelló. / MIGUEL LORENZO

Si alguien me preguntara sobre alguna enseñanza fundamental para alguien nacida y criada en una pequeña aldea, de unos 80 habitantes, quizá escogería dos para mi fundamentales. La primera, aprender a aburrirse e incluso echarlo de menos. Algunas veces no había mucho que hacer, sobre todo durante las largas y sagradas siestas, y eso podía convertirse en una gran inversión de futuro. La segunda y más importante, valorar el capital humano. Todos los niños que vivíamos allí veíamos y de algún modo participábamos en las expediciones de trabajo de los adultos, siempre en comunidad, cooperación y alegría a pesar de la dureza del trabajo del campo. También veíamos estos mismos principios y valores en las fiestas y reuniones.

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A medida que íbamos creciendo tambien participábamos y nos involucrábamos en todo esto, echando maldiciones a aquel trabajo tan duro y desagradecido. Ahora, cuando regreso y hablamos de ello, todos llegamos a la misma conclusión: el trabajo era muy duro pero solo si se vive esto se consigue entender la comunidad en estado puro, valorar el capital humano. A medida que todo esto se ha ido abandonando, además de cambiar el paisaje a peor, la comunidad ha dejado de serlo y todo el mundo se ha ido individualizando, y así se ha ido instalando poco a poco el gran mal de las grandes urbes y de las sociedades modernas en general.

Esto es lo que hace que se desintegren las conunidades. Nos vamos individualizando y empezamos a olvidar la gran importancia del capital humano, del otro. Nos deshumanizamos y olvidamos que detrás de cada uno de nosotros y de nuestros actos hay una vida.