La educación que se transmite en edades juveniles y los valores que se defienden en la sociedad remarcan los pilares que la humanidad sostiene. Por desventura, se transmite la valúa de ser fuerte, atractivo, o el egoísmo para ser exitoso y no excluirse, y la mayoría de las personas deben tomar este ejemplo.
Entretodos
Triunfa y se promueve desde el núcleo familiar, la ideación y la necesidad de ser atrayente y pensar en uno mismo, seguir lo mayoritario, por mucho que no sea a menudo lo propio de la inocencia.
Pese a existir esferas muy arraigadas a la benevolencia, por tradición, en las que el mensaje que trata de mostrarse es la inocencia, es el ejemplo que se imparte lo trascendente, como debe ser la inteligencia, la generosidad y no el uso de la fuerza como mayoritaria, frente a un conflicto grupal, se excluye la honestidad, carácter propio de la humanidad.
Las emociones benevolentes son lejanas a malas prácticas, y es una paradoja cuando aquello minoritario y que se excluye a menudo es lo arraigado a la bienaventurada inocencia, y además se promueve como algo que nos damnifica.
Desde la enseñanza, la justicia, la psicología, que deberían ser ejemplares de fundamentos, se requiere un sitio para la ética y la empatía en las relaciones, la generosidad y la ilusión, aspectos tan importantes como el aprendizaje teórico para liderar la educación, y es que el silencio está asociado a una falta de involucración real.