A pesar de que las autoridades han sabido prever la erupción del volcán en la isla de La Palma y evitar, en consecuencia, la pérdida de vidas humanas, lo que no se ha podido es contener la invasión de una lava que va a dejar sin hogar, sin trabajo y sin recuerdos a miles de personas, que han tenido que salir despavoridos y sin rumbo ante un fenómeno que está arrasando con todo lo que encuentra en su camino.
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El terrible drama que se está viviendo en este maravilloso enclave del archipiélago canario ha puesto en evidencia una realidad incuestionable: la impotencia absoluta de la sociedad frente a una circunstancia de esta naturaleza, que el mundo entero contempla, en vivo y en directo, como si se tratara de un espectáculo. Un espectáculo que está llenando de imágenes los medios de comunicación globales, pero que está causando la desolación de quienes lo están sufriendo en sus propias carnes.
Ante tal circunstancia solo cabe una respuesta decidida e inequívoca de la Administración del Estado, que debe responder, sin fisuras, para que todos y cada uno de los afectados por esta tragedia sientan el apoyo, tanto moral como material, para que puedan seguir adelante y proyectar una nueva vida con algo de esperanza.
Debemos solidarizarnos con esta causa y exigir a las autoridades competentes una respuesta inmediata, contundente y proporcionada a la magnitud de este desastre.