Desde hace mucho tiempo, y más ahora, la religión como tal ha dejado de ser religión para comportarse como un negocio. ¡Un negocio muy rentable!
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En parte porque oculta la inmensa mayoría de sus ingresos y gastos mientras, a la vez, el Estado le da a través de subvenciones y otras dávidas más de once mil millones de euros anuales, además de no pagar el impuesto de renta y de multitud de exenciones fiscales.
En resumen, un verdadero paraíso fiscal, la religión. Y eso que la Constitución, esa por la que algunos partidos babean continuamente e indican que es la Biblia que se debe cumplir a rajatabla, indica que "ninguna confesión tendrá caracter estatal".
Pues sí, la Constitución dice eso, sin embargo 40 años después no solo se sigue la misma orientación franquista sino que cuando hablamos de economí, los favores han aumentado. ¡Y todavia se enfada el clero esclesiástico con lo de que se le quiere quitar el robo con el concordato de 1953.
Y más cuando la Iglesia, y no es falta de respeto esta opinión, no sufre la crisis sino que disfruta de un verdadero paraíso fiscal.
En resumen, analizando la situación desde el punto de vista económico e incluso contitucional, la religión, y más concretaente la religión católica, ha dejado de ser desde hace mucho tiempo religión para convertirse en un verdadero negocio.