Respecto al artículo de Emma Riverola ‘Demonios en la cabeza’ sobre la deportista Simone Biles, destacar algunas cosas: primero, la salud mental no es algo que afecte solo a jóvenes, hay enfermedades mentales que se desarrollan en cualquier momento de la vida o superada la etapa de la juventud. El problema es que, por cuestiones culturales, creemos que una persona con 35 años está en la juventud, que hoy se extiende 'ad aeternum'; por otro lado, las enfermedades mentales eran previas a la pandemia, ¿hay que preocuparse ahora de ellas y antes no? Pongo el ejemplo de una madre en la comunidad valenciana con una enfermedad mental grave y viviendo en situación de miseria que acaba matando a sus hijos. ¿Dónde estaban los servicios sociales y sanitarios? De haber actuado antes, esto se habría podido evitar. Y luego está el tema de los libros de autoayuda, escritos incluso por famosos psicólogos, que no son médicos, ya que un psicólogo no lo es, y que parecen como los muebles de Ikea: móntatelo tú mismo. Cuando se ofrece y se hace propaganda de estos libros a personas con patologías mentales como sustituto de los médicos psiquiatras, la medicación y las terapias con profesionales, eso no va a acabar bien, no hace falta ser Sigmund Freud para anticiparlo. De las enfermedades mentales tendrían que hablar los psiquiatras, no los psicólogos; es como si un mecánico habla de ingeniería o una enfermera, de cirugía.
Entretodos
También está el tema, en casos incluso graves, del rechazo social a los ingresos involuntarios en hospitales psiquiátricos, aunque esto pueda salvar al enfermo. Y el punto final de esto es el clasismo, como refleja el 'caso Biles': un sector se conmueve por que una deportista hable de sus "demonios en la cabeza", pero cuando son personas en exclusión que fundaciones tutelares tienen durmiendo en la calle y financiadas por entes públicos, ni los jueces ni los fiscales quieren saber nada. Estas cosas pasan todos los días. Una parte del país ya está en el tercer mundo.