Es 20 de agosto y esta vez no nos hemos cruzado en una parada de metro, ni he traído un libro para regalarte, ni he salido cuatro calles más arriba con tal de llegar por detrás y darte una sorpresa de esas que bajan tu vuelo hasta mi nivel. Digo esto porque tú siempre has volado más alto que yo, y a mucha más velocidad. Te gustan las alturas. Tienes una obsesión por el paracaidismo y no me extraña. Si yo fuera tú, me habría dejado meses antes. Porque soy incapaz de alcanzarte. Soy incapaz de levantar un centímetro más mi punta del pelo más castaño para que esté al mismo nivel que la última punta de tu pelo tintado de negro oscuro.
Entretodos
El otro día escuché otra de las decenas de miles de teorías que existen hoy en día sobre qué ocurrirá después de la muerte. Personas que creen en la reencarnación, se podría decir que son de las mías, aunque no del todo. Yo no creo en la reencarnación en personas como nosotros. Creo en la reencarnación en ti, en ti, y en ti. Así, en bucle. Porque no hay razón alguna para negarlo. Cada día descubro una persona nueva en ti y no dejo de insistir para que siga sucediendo, porque de verdad que me encanta.
Quizá sean estas cosas las que te hacen más única de lo que nadie ha imaginado jamás. Y digo jamás porque estoy completamente seguro de que no va a haber nadie más como tú. Y puestos a decir, probablemente nadie sea capaz de alcanzar tu nivel de cabezonería al discutir sobre temas políticos. Temas políticos que me encanta discutir contigo porque probablemente no tengas otros con quien hacerlo. Y me encanta ser esa persona. Para lo bueno y para lo malo. Porque soy y siempre voy a ser honestamente tuyo. Para lo que quieras.