Cuando gobernantes como Donald Trump se postulan en unas elecciones a dirigir un país, pero también a ser dueños del destino de la Humanidad al tener ya acceso al botón nuclear, surge la duda de si somos conscientes de nuestros actos al concederles tanto poder o si somos muy inteligentes al depositar en ellos la responsabilidad del poder que no nos atrevemos a asumir, conscientes de que la vulnerabilidad de nuestra conciencia amenazaría nuestro descanso terrenal, incluso en ocasiones el celestial, con esas comprometidas decisiones presidenciales capaces de comprometer la existencia de unos seres humanos a cambio de no comprometer la economía de otros.
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