El domingo pasado fui a comer a un restaurante vegetariano precioso de Sabadell, y nos sentamos en frente de una mesa con varias parejas con niños de entre 5 y 8 años.
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Los adultos disfrutaban de sus charlas mientras que los niños corrían por el restaurante sin control, pasaban entre las mesas y se cruzaban con los camareros sin tener en cuenta que iban cargados.
El responsable del restaurante estaba claramente agobiado, y tuvo que avisar varias veces a los padres para que controlaran los hijos, especialmente cuando se pusieron a desenganchar el papel del pasillo que daba a la entrada y salida de camareros de la cocina.
Ir a un restaurante es ir a disfrutar de una buena comida acompañado por seres queridos, pero pagar por ese servicio no implica poder actuar como si no hubiera nadie más.
Los camareros deben poder hacer su trabajo y los otros comensales se merecen una buena y tranquila experiencia. Por no decir el lío en el que se puede meter el restaurante si le sucede algo a algún niño.
Por favor, actuemos respetando a los demás y demos un buen ejemplo a los pequeños de la casa. Un restaurante no es un sitio donde dejar de prestar atención a los niños, aunque haya gente a vuestro servicio; los camareros no pueden ejercer, también, de cuidadores de vuestros hijos.