La energía es un bien de primera necesidad que debería estar garantizado por ley. Sin embargo, a pesar de algún guiño en forma de ley de pobreza energética, se está convirtiendo en un producto de lujo sometido al placer o al capricho de unas compañías energéticas sin alma.
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En muchos barrios de Badalona llevamos días sin suministro eléctrico. En principio se supone que es una avería, pero Endesa no da ningún detalle. Padecemos cortes diarios indiscriminados de como mínimo 12 horas de duración. Tres días después de la primera "incidencia"(como Endesa llama a la tortura energética), lo único que hemos conseguido ha sido una reunión del alcalde con la compañía. Mientras tanto, sin luz, sin solución.
Familias enteras no pueden ducharse con agua caliente, sin cocinar y sin más calor que el de una vela en medio de la tercera ola de la pandemia y la primera ola de frío del 2021, una de las más cruentas en años. Gente mayor aislada que se consume lentamente, pacientes sin oxígeno supletorio, niños a los que se les niega una comida caliente al día y soportan temperaturas gélidas; todo ello en nuestro primer mundo.
Mis padres y mis abuelos me habían hablado de las carencias que pasaron en los barrios de la periferia hace 50 años. Jamás imaginé que en 2021 me iba a encontrar reclamando los mismos derechos básicos. Leo que la factura de la luz se dispara un 27% en plena pandemia y ola de frío. ¿Se puede ser más despiadado?